Hoy, a mediados del 2020 la persona promedio posee de tres a cuatro dispositivos electrónicos. Pero, ¿qué sucede después de que estos dispositivos se vuelven obsoletos y reemplazados?
La desafortunada realidad es que la mayoría va al basurero, generando desechos electrónicos. Puede ser la opción más fácil en ese momento, pero puede causar más daño del que muchos creen. Cuando se elimina con la basura normal, los desechos electrónicos son muy peligrosos debido a los elementos tóxicos liberados.
Veamos qué sucede cuando los dispositivos electrónicos no se reciclan correctamente.
1. Impacto en el suelo
Después de tirar su basura electrónica, su próximo destino suele ser el vertedero.
Los desechos electrónicos pueden tardar miles de años en descomponerse. Durante ese tiempo, tiene un efecto perjudicial y duradero en el medio ambiente. A medida que la electrónica se descompone, liberan químicos tóxicos en el suelo, contaminando plantas y árboles. Algunos de estos productos químicos incluyen plomo de las placas de circuitos y litio de las baterías. También tienen el potencial de llegar a los suministros de alimentos para humanos y animales.
2. Daño del agua subterránea
La eliminación inadecuada de los desechos electrónicos puede conducir a que las toxinas, incluido el mercurio, el plomo y el cadmio, fluyan al agua subterránea.
El agua subterránea llega a arroyos, estanques y lagos, que son fuentes de agua para animales, plantas y humanos. El agua contaminada plantea el riesgo de comprometer la cadena alimentaria y puede contribuir a numerosos riesgos para la salud, incluidos problemas reproductivos y de desarrollo, cáncer y daños al sistema inmunológico.
3. Contaminación del aire
Cuando los desechos electrónicos no se reciclan, a menudo se queman en incineradores. Quemar productos electrónicos puede parecer una buena solución para deshacerse de los desechos electrónicos, pero en realidad es dañino.
La electrónica está compuesta de plásticos, vidrio y metales, que producen emisiones peligrosas cuando se queman. Dichas emisiones no solo plantean daños directos a los animales y a los humanos, sino que también provocan un aumento de la tasa de agotamiento del ozono y los gases de efecto invernadero, lo que contribuye al calentamiento global y al cambio climático.
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